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Andoni VERGARA MARTÍNEZ
La represión contra la delincuencia en el municipio de Bilbao recayó, casi en exclusividad, en la guardia municipal1 durante el periodo 1844-1932.
Desde mediados del siglo XIX existen registros de la actividad policial y de la aprehensión de criminales, sin embargo el deficiente estado de conservación de algunos documentos nos impide completar series estadísticas. No obstante, con los datos disponibles podemos establecer un acercamiento a la actividad criminal durante los últimos años del siglo XIX y principios del XX.
Los registros del primer trimestre del año 1898, tras la anexión de la anteiglesia de Abando y el paulatino incremento de la población de la villa (77.374 habitantes) nos aclaran la situación:
El Casco Viejo estaba compuesto por los barrios de Mercado2, el primitivo de las siete calles, y el de Santiago3, ocupado por las calles Correo, Bidebarrieta, Plaza Nueva, etc. Los arrabales comprendían los barrios de San Nicolás, Achuri y Bilbao la Vieja. Los suburbios obreros aglutinaban a los de San Francisco, Cortes y Zamácola. El Ensanche agrupaba el Campo Volantín, San Vicente y San Mamés, mientras los distritos externos correspondían a Castrejana, Buya y Zorroza. El epígrafe “fuera” se refiere a las repúblicas vecinas de Deusto y Begoña.
Siguiendo la distribución por distritos médicos4, vemos que la mayoría de los delitos se cometían:
1.- En las zonas apartadas (Castrejana, Los Mimbres, Zorroza)
En estos distritos, la escasa vigilancia y la demora en la respuesta otorgaban un plus de impunidad a los delincuentes que, amparados en la falta de control policial podían ejercer sus oficios con cierta tranquilidad. Así por ejemplo en estas zonas alejadas los delitos más comunes eran los cometidos contra la propiedad y contra las personas. Generalmente los asaltantes de casas, en sus diferentes variantes, espadista (el que empleaba ganzúa), topista (el que utilizaba la palanqueta), etc., actuaban en grupo. Solían estudiar bien a sus víctimas y elegían el mejor momento para desvalijarles. Éste generalmente coincidía cuando algún acontecimiento, festivo o fúnebre, sacaba a toda la familia de casa. Esta táctica ya se empleaba con éxito a finales del siglo XIX para poder acceder y robar en las propiedades sin riesgo de ser sorprendidos “in fraganti”. Así como en las zonas céntricas de la villa la colocación de las primeras farolas de gas y la distribución de los efectivos policiales en comisarías de distrito coadyuvó a la mejora de la seguridad ciudadana, en las zonas alejadas del centro, la falta de luz y de vigilancia, provocó un aumento de la criminalidad, en especial, de los delitos contra las personas: asaltos y atracos con armas blancas.
2.- El Ensanche
Los vecinos del Ensanche y de los barrios aislados, durante la última decena del siglo XIX, demandaron insistentemente mayor presencia policial, ante el aumento de la criminalidad. En 1900 el tramo final de la Gran Vía constituía el límite con lo urbano, pues a partir de la plaza Elíptica, salvo el palacio Chavarri, el resto eran campas5. La anteiglesia de Abando dispuso hasta 1890 de una comisaría atendida por diez agentes y un sargento. Con estos efectivos poco podían hacer salvo recorrer la extensa zona de vigilancia: desde la actual Zabálburu hasta Zorroza, y desde Basurto hasta Deusto.
En la zona del Ensanche los delitos más comunes fueron los robos, como puede apreciarse en la estadística adjunta del mes de agosto del año 1897:
3.- La zona del Casco viejo
Además de los delitos cometidos en las anteriores zonas, aquí se daba con muchísima mayor frecuencia el hurto y el robo, en sus diversas variantes (rateros, bolsilleros, atracadores). Los delincuentes aprovechaban las aglomeraciones del mercado de la Ribera y de las calles adyacentes para robar a los que acudían a comprar y vender en el mercado de abastos. Los descuidos y las aglomeraciones eran el campo de experimentación de los malhechores, y el Casco Viejo, con sus numerosos comercios, ofrecía la oportunidad apropiada. Las autoridades locales, con los recursos disponibles, no podían aumentar la plantilla de guardias, en la misma medida que lo hacía la población, y tenía que conformarse con distribuirlos de la mejor manera posible.
En la zona comercial del Casco Viejo, y en el primer Ensanche se daba una actividad criminal específica: el timo, en sus diversas variantes tocomocho, estampita, trileros,... Las páginas de los periódicos advertían a los ciudadanos de los nuevos tipos de engaños y de “los profesionales” que los llevaban a cabo.
4.- Los suburbios obreros
Los barrios de las Cortes6 y San Francisco, albergaban a un número considerable de agentes. Estos barrios presentaban los índices más altos de mortalidad7 de la villa. Sin embargo, era estadísticamente (año 1897) el de menor número de delitos recogidos por la guardia municipal. En este apartado no se recogen los “delitos menores” asociados con el ejercicio de la prostitución como el escándalo público, la venta ilegal de alcohol y/o las riñas y pendencias. La sociedad bilbaína de la época era violenta, algunos ejemplos recogidos de los libros de incidencias diarias de los agentes del año 1897 nos lo corroboran8:
La escasa entidad de las anteiglesias vecinas de Deusto y Begoña, la dispersión geográfica de sus habitantes y su incipiente comercio limitaban el tipo de delitos cometidos en su ámbito de influencia. Salvo delitos menores como hurtos y alguna que otra agresión por problemas derivados de las lindes, solventados en la mayoría de las ocasiones por los propios agentes de las anteiglesias, prácticamente los demás incidentes podían solucionarse con una interpretación paternalista de la ley y no con una aplicación estricta del código penal. Los agentes de ambas anteiglesias pasaron a integrarse en el seno de la guardia municipal bilbaína tras la anexión de las repúblicas de Begoña y Deusto en 1925.
La prostitución en el barrio de Las Cortes (siglo XIX)
Bilbao disponía de 20 casas de prostitución legales entre 1875 y 1877, según la relación del Negociado de Higiene Pública9. Entre todas daban cobijo a 276 prostitutas sujetas a revisión médica y administrativa.
La concentración de casas de prostitución de diversa clase y categoría en una zona muy concreta facilitaba el tráfico, al tener los clientes dos focos de expansión muy cercanos en la margen izquierda, el de Urazurrutia-Cantarranas-Bilbao la Vieja, y el de Concepción, San Francisco-Mirivilla-La Fuente-Cortes. Si a esto añadimos la alta densidad10 por habitante de las zonas, la extracción social de los barrios, la infravivienda, la falta de higiene11, la proliferación de bares, cafés, tabernas, donde se expendía alcohol legal e ilegalmente, tendremos el caldo de cultivo necesario para convertirse en la zona con mayor índice de criminalidad de la villa.
En el gráfico adjunto se puede apreciar la distribución de casas de citas y prostíbulos declarados como legales en 1886. Salvo la de la Encarnación en la margen derecha, el resto se encuentra en la margen izquierda. La mayor concentración ascendente de cruces rojas corresponde a la actual zona de Mirivilla, enclavada estratégicamente entre el cuartel militar y las minas, principales clientes de los burdeles.
Pero, además de las mancebías registradas oficialmente en los barrios de las Cortes y San Francisco, existían otras zonas donde también se practicaba el comercio carnal solapado, como por ejemplo en la Gran Vía (en 1877 había tres locales con 20 internas) o el Casco Viejo (Ronda, Ascao).
El periódico La Lucha de Clases12 se quejaba de la doble moral imperante en la sociedad bilbaína de finales del siglo XIX: El número de casas de lenocinio en Bilbao no baja de 30; pero el número de prostitutas matriculadas es menor que el de aquellas que ejercen de forma privada, burlando la ley gracias a la protección de los burgueses13 ......Hay en Bilbao dos tipos de prostitución; una, la clásica, para el proletariado y otra para los burgueses, que tiene su mejor mercado en la calle Correo. Allí acuden modistillas, planchadoras, sombrereras, cigarreras, y tantas otras más, atraídas por las falaces palabras de los corrompidos burgueses, forman el paseo mujeril nocturno de la burguesa calle, y allá van en tropel, como las moscas del cuento, toda esa falange de señoritos desvergonzados, hábiles sólo en el arte de engañar muchachas.
La falta de control de las actividades clandestinas, en las que el ejercicio de la prostitución no pagaba gabelas ni estaba sujeta a reglamento alguno, provocó que las pupilas sujetas a las prescripciones legales salieran del mercado para integrar las filas de las que ejercían de modo encubierto. Serán numerosas las prostitutas que cambien de casa buscando mejores condiciones laborales o mayor libertad. Y esta última se conseguía fuera de la rígida vigilancia ejercida por las amas de las casas reconocidas. Paulatinamente irá disminuyendo el número de casas de citas y prostitutas legales a la par que irá aumentando el de las meretrices ambulantes sin control sanitario alguno.
Nº de casas de prostitución clasificadas por categoría, pago mensual, fecha de alta de actividad, propietaria y nº de prostitutas.
Datos del departamento de Higiene Especial en 1880.
1La guardia municipal gestionaba el 95% de las actividades de los juzgados de 1º instancia y el 60 % de los de instrucción.
2Era un barrio poblado de clases medias y modestas, donde no se excluía en las primeras calles un contenido social de rentas modestas. García Merino, J.L., La Formación de una ciudad industrial. El despegue urbano de Bilbao, IVAP, Oñate, 1987, p 603.
3Es el distrito de Santiago ocupado por las clases acomodadas, relativamente envejecidas en estos años por la salida hacia el Ensanche de los matrimonios jóvenes. Ibídem, p 603.
4Garcia Merino, LV., La formación de una ciudad industrial. El despegue urbano de Bilbao, IVAP, Oñate, 1987.
5Vid la descripción que A. Echave y J.E. Delmás hacen de su “paseo” por la Gran Vía. En González Portilla, M., Bilbao en la Formación del País Vasco Contemporáneo, BBV, Bilbao, 1995, p. 367.
6Las Cortes era el más degradado de los barrios obreros de Bilbao, con rasgos parecidos a los que ofrecían los núcleos mineros. Había nacido junto a las excavaciones de las minas y estaba poblado de inmigrantes llegados para trabajar en ellas, siendo además, el lugar donde radicaba la prostitución y las lacras sociales de Bilbao. García Merino, J.L, p 616.
7Vid García Vicente, J.L., opus cit, p 620, cuadro de defunciones por mil habitantes en el periodo 1897-1906. Vid González Portilla, M., Bilbao en la formación del País Vasco Contemporáneo (Economía, Población y Ciudad), Fundación BBV, Bilbao, 1995; Gómez, Gumersindo, Cómo se vive y se muere en Bilbao, Universidad de Valladolid, 1960, p 192-198; Vitoria Ortiz, M, Epidemias de cólera en Vizcaya en el siglo XIX, Bilbao, 1978; Palacio, Alberto, Higienización de Bilbao, Bilbao, 1893 y, Novo, P, A., ¡Qué no se habite, que no se beba, lejos del olfato, fuera de la vista!, En La vivienda en Bilbao 1300-2003, Bidebarrieta, nº XV, 2004, p.82-115. Pareja, A., Inmigración y condiciones de vida en la villa de Bilbao, 1825-1935 (tesis doctoral), Universidad del País Vasco, Lejona, 1997.
8Día 8 de mayo: disparos de cuatro tiros de revólver contra un guardia municipal (Ayuntamiento); día 9, muerte por agresión (Castrejana); día 12, suicidio por ahorcamiento (Ollería Bajas); día 2 de junio, suicidio de un tiro en la sien (Muelle Ibeni), etc.
9AFB, Segunda 8-1.Vid, Villanueva Edo, A., El tratamiento y la profilaxis de las enfermedades venéreas en el Hospital de Atxuri de Bilbao, Letras de Deusto, nº 97, vol 32 (2002), p 199. Montero, Manuel, Crónicas de Bilbao y de Vizcaya, tomo III, Txertoa, San Sebastián, 1997, p 15.
10Calles como Urazurrutia y San Francisco fueron literalmente invadidas: en 1869, 447 y 1.776; en 1890, 1.107 y 3.408 respectivamente. Urazurrutia casi los triplicó y San Francisco los duplicó. Vid García Merino, L.V., opus cit, p 682.
11Novo, P, A., ¡Qué no se habite, que no se beba, lejos del olfato, fuera de la vista!, En La vivienda en Bilbao 1300-2003, Bidebarrieta, nº XV, 2004, p.82-115.
12La Lucha de clases nº 5, del día 4 de noviembre de 1894. El articulista del periódico censuraba la doble moral de los católicos burgueses, pues por un lado denunciaban la prostitución y por otro, mantenían amantes.
13Vid Aresti, Nerea, “Diez mil mujeres ...y yo”. Crimen pasional y relaciones de género en el Bilbao de principios de siglo. En El rumor de lo cotidiano, Servicio editorial de la U.P.V., Bilbao, 1999, p 183-206.
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